17.6.08

Obligar...


Algo estupido.

Un juego raro se podría decir,
como una semana con doble domingo, una casa con diez pinos,
el tipo del que hablo es el mismo, siempre es el mismo,
locuta, escribe, parpadea y sueña silencios lentos,
aveces su silencio es una precipitación de palabras
que se buscan forma entre si, otras tantas
solo un garabato que le entretiene la cabeza.
Hoy en particular no sabría discernir que es exactamente
lo que le ocurre, pero cabe destacar, que no es importante
y la cuenta asimétrica de circunstancias puede desarrollarse con total normalidad, de modo que siguiendo el espíritu del lenguaje que me tomo prisionero, será como relatare lo que me venga a la gana, o bien encuentre beneficioso.
Secuestro inoportuno, una semana dispuesta
en la soledad de cuatro paredes pobladas de muebles incómodos,
un televisor inoportuno que destellaba colores
sin ninguna armonía, el mismo maldito con un cartel de mute
en la pantalla cargándolo de inutilidad.
Una radio que con mala frecuencia daba un sonido desgarrado,
constante e inexpresivo al hábitat, donde el piso frió
era mas incomodo que los malos muebles.
Dibujos sin terminar eran las decoraciones de las paredes,
que una humedad depresiva y vaga no terminaron nunca de moldear,
y la realidad de la ventana era lo único heroico,
ya que unas maderas desparejas y mal clavadas
le daban un aire irreal e histriónico, donde uno podía imaginarla
mucho mas linda que todo lo que veía a su alrededor, por eso la taparon.
Luego lo asombroso era la calidez de la cara de pasamontañas
que me hablaba despacio, claramente, con intención de ser oída,
la mala comida cortada, el tenedor de plástico, el vaso descartable,
un número de datos que lo dejan a uno sin un lugar reconocible,
las charlas jamás llegaron a ser una conversación,
si bien hubo hasta un partido de truco una noche absurda,
donde el frió le recordó a el pasamontañas que no estaba tan solo,
nada llego mas lejos que eso, y obviamente el partido lo perdí…
los momentos críticos eran los llamados más sentimentales,
teniendo que leer una nota mal escrita a punta de pistola
y sin tener que equivocarme, así que la practicaba
varias veces antes de llamar, gajes del nuevo oficio.
Y todo para acabar tapado por una almohada
que aplaque el estruendo que termine mi relato, que injusto.

2 comentarios:

Hija de La Lagrima dijo...

La verdad me estremeció tu relato, tenes una facilidad increíble y peculiar de escribir, me encanta leerte.

Besos

algonomade dijo...

Te mando un estremecido abrazo hija de la lagrima, gracias por leer...