7.3.09

Historias para los que saben levantarse...


El informe del Surpa.

Doble en el pasaje, enfrente Alvarado y casi acechando de reojo
el portón de “las casitas”, camine con prisa hacia Santa Elena.
En esa esquina había un boliche tipo postal para turistas, en el mejor de los casos Japoneses y risueños, y me quedaba cierta sensación de alegría de que no fuesen Coreanos.
Mascullando y defendiendo mi posición antirracista, intentaba mostrarme las diferencias de oportunidad en todo este sketch primermundista, aunque en este caso solo fueran orientales y además imaginarios, cosa que me causo un poco de vergüenza y un contradictorio malestar.
Camine pisando esas lajas únicas y grises, a veces con toque rosa obviamente viejo y pensando, sabrá dios de donde salieron, aunque mi agnóstica realidad indicaba que siempre estuvieron ahí.
Comencé a tener mas ansiedad que de costumbre, la expectativa era enorme y a lo peor, era cuento que en ese boliche semi cerrado, fuera a encontrar a Florencio Villareal; me lo habían pintado algunos vecinos de la época, eran pocos, pero para ellos Florencio era un tipazo que sabia mucho, mas que un viejo jaqueado por el alcohol y los recuerdos; medio como un libro( a mi se me ocurría parlante) y para otros “ de barracas se la sabe lunga” todo entre colmillos amarillentos y rictus canchero.
Cruce sobre los adoquines lustrosos, parecían eternos y me acorde de Roma, pero estaban orlados de musgo y algún yuyo verde como para no desmentir los tangos. Me encontré con una ventana abierta por Santa Elena y la ochava con la cortina de enrollar a medio subir, estaba todo en bastante penumbra, después me explicaron que era por el sol, pero era suficiente para ver al único parroquiano sentado junto a la ventana abierta, pero poco.
En el corto trayecto hasta el me sorprendió su voz reseca pero clara.
- te esperaba pibe, me anduviste buscando, veni sentate.
Y con un gesto medio circular pidió otra vuelta.
- A mi lo de siempre, y vos que tomas?
Dude y pedí un café.
El patrón dormitaba en la registradora que hubiera sido la envidia del arq. Giesso: preparo el café y con paso cansino lo trajo y lleno el vaso hasta el borde, grapa Ombu leí al soslayo y tuve la impresión de que por lo menos eran res medidas dobles.
Levanto el vaso despegando el meñique, sonrío enorme y alegremente y su cara se partió en una decena de planos, haciendo más angulosa su expresión.
- salud pibe, me dijeron que sos periodista, no?
Y sin esperar respuesta, mientras yo trataba de acomodar en alguna de las sillas la valija con la cámara y los equipos, decía inclinándose confidencial,
- podes preguntar lo que quieras, yo nací acá, en
barracas, cerca del parque y del Sagrado Corazón, pero después mis viejos se mudaron a “las casitas”
- Ud. dice al barrio “Monseñor de Andrea2 que construyo la “Acción Católica”...
- Si pibe las casitas, las casitas, me cache endie!
Se hecho hacia atrás en la silla, peino los cabellos grises con los dedos, emprolijando un mechón largo y comenzó un espiche que a duras penas me permitía seguirlo; hacia racontos y predicciones sin la menor molestia, idas y vueltas, menciones a la pampa que arañaba la ciudad incipiente, contaba con orgullo de criollos, payadores y compadritos (parece que eso lo dijo después) de tropillas sueltas y de un olor a alfalfa que amenazaba con inundar el boliche.
Bebía del vaso como si tuviera todo el tiempo por delante y por detrás. Entre chasquidos de lengua y cierta satisfacción proseguía.
- te puedo contar mil historias bravas, de cuando los hombres eran hombres y no había estas siomerias diet.
Esbocé una sonrisa, pero el siguió casi sin mirarme.
- de cuando la palabra y el honor se lavaban con sangre...
(esta vez me vio el amago de sonrisa)
- que pasa no me crees?
- si don Florencio, pero...
- para pibe; acá todos me llaman el “Surpa”.
Y con una carcajada estridente, me apuro.
- sabes por que? por Sur...paredón y después canturreo bajito, je!
Se metió entre la sonrisa otro trago del vaso que yo creía interminable y siguió diciendo...
- mira, esta es posta. Eramos una barra grande y uno de nosotros, “el gallego” que se llamaba igual que el viejo, había escuchado en su casa, sin que lo pescaran, porque eran otros tiempos y don Manuel era un tipo integro, laburante y cojudo, no hablaba delante de los chicos... aunque el pibe le había salido un tigre pa’ las peleas (parece como si acá se hubiera perdido un poco)...
se quedo mirando como a través mío.
- bueno ... ah si, el “gallego”, Manolo, entendes, que era mas porteño que vos; había escuchado que el “chino”, uno mayor, que el admiraba mucho, creo que por el coraje y la parquedad, hablaba con su viejo de una mujer y una deuda de amor, y el “chino” sentía la obligación de rescatarla del rancho de otro; tenia que ir a buscarlos a un refugio de malandras, que reite de la “villa Iriarte y Luna”, que es casi un jardín de infantes.
Don Manuel le contesto serenamente, no vayas, ahí de nada te va a servir el visteo, es muy peligroso.
El chino envarado, tenso, continuo con la suya; se despidió respetuosamente y don Manuel lo abrazo en la puerta, era jinete de un zaino y con el se fue.
Atine a decir –le hizo caso?
Con un gesto pidió otra grapa y con solemnidad susurro,
- lo veo como si ayer hubiera sido, el zaino vino por Australia, agachaba la cabeza aguantando el paso, sus crines prolijamente cortadas se bamboleaban, pero no tanto como el cuerpo del chino, cruzado boca abajo en la montura.
- El gallego corrió hacia la desgracia, levanto la cabeza tirando suavemente del cabello, el disparo abría un boquete ínfimo en el entrecejo. Nunca pudo olvidarlo.
Lloro, puteo, juro y perjuro, volvió a lagrimear como hacia dentro, llego la barra y después todo fue silencio.
- lo quería mucho Surpa?
- si pero mas lo admiraba.
Se hizo un silencio, sin grapas, ni café; el sol se convertía a través de un resquicio en un puñal de polvo y luz.
- yo... disculpe Surpa, necesito saber mas de el “gallego”.
- pa’ que te voy a contar, era una luz, justiciero, simpático, pero muy violento. Mira, los peleaba a los vigilantes, claro, no era los de ahora, pero eran yuta igual y el los odiaba, nunca supe por que tanto, bah, todos le teníamos bronca, pero el los desafiaba.
- una vuelta de chico, lo fue a buscar un botón nuevo del barrio y en la puerta lo recibió don Manuel; el botón treinta y ocho en mano, don Manuel lo paro en seco –espera afuera- entro y le dijo al gallego –que hiciste!!!-
- nada papa, nada...
- me quedo tranquilo o...
- papa le juro que me busca por las palizas a los otros, yo ni lo conozco a este.
- bueno le voy a abrir la puerta, ándate...
- y fue de risa, (el Surpa sonreía) el gallego que era medio gato subió a los techos. El milico reviso toda la casa, bajo la mirada socarrona del viejo y salió. Desde el techo de canaleta el Gallego le hacia burla. Le dijo a don Manuel, hágalo bajar, y el viejo le dijo, - Ud. es la autoridad, hágalo bajar si puede. El botón se fue enfurecido, a los dos o tres días, el Gallego apareció por la esquina de la barra, andaba receloso, pero se reía hasta con los ojos; no te dije que tenia unos ojos raros, casi de gato, amarillos, verdes, no se. a veces daban miedo.
- te puedo contar cientos, pero veo que ni el café tomaste, te aburrís?
- pero no Surpa, me hubiera gustado verlo otra vez!
- como otra vez...
- es una forma de decir, viví tanto el relato...
- mira, ustedes los periodistas mucho verso, pero después no aparecen mas y yo no salgo en ninguna revista, esa ya la juno.
- no Surpa esta nota la sigo hace un toco.
- vez, en mi época hacer el toco era otra cosa, los pibes le cambiaron el sentido hasta a el lunfa, hay que joderse para entenderlos, a mi me parece que lo hacen apropocito.
Pero manya la que te canto ahora, y vas a ver como la gileria se queda papando moscas, abrí las orejas que no es al brodo.
Y volvió a canturrear bajito, mirándome a los ojos...

Che grela batile al zurdo,
que ayer parece mentira
en corte me mando un tira
con el fierro y el balurdo...
y como me hallaba curdo,
sobre el pucho me aboque
pa’ sacar limpio al goruta
que lo había catado la yuta
trabajando en societe...

Tomo un trago larguisimo y sonriendo sobradoramente se quedo en silencio.
Ya era de noche, no me di cuenta de las horas pasadas.
El Surpa ya andaba por una historia de carreros y mirándome entre la endija de los párpados decía
- vos también usas el pelo largo...
y sin escuchar, me recordaba una pelea con látigos arreadores y chatas fileteadas, en la que un tío del Gallego...
- Surpa, me tengo que volver al diario ahora, cuando lo puedo ver?
- cuando quieras pibe, pero ya que te mandaste la ranada de querer verlo otra vez (me sentí desnudo), te voy a confesar algo que no podes poner en la historia.
- yo a veces lo encuentro al “gallego”; si, no me mires con esa cara, yo chupo pero no pa’ tanto.
Atenúe, parece que mi vieja curaba algo mas que el empacho, y no te iras, pero a mi algo me quedo y aparte vos sabes que esta barrio las tiene todas, el paredón de la estación Sola, las colonias del ferrocarril, los trenes del sur y los viaductos, las calles sin salida, las placitas encerradas, dos loqueros, el Borda y el Moyano partidos por la calle Brandsen y si querías un hospital, el Rawson, aunque dicen que ahora no funciona. Y para que no te olvides nunca se ahoga en el riachuelo, los que se salvan tienen el puente barracas, el viejo.
Le pregunte cuando nos veríamos otra vez, me contesto que pronto y se largo a decir que aunque era un reo, había leído mucho en su juventud y me hablaba de intercambios energéticos,
cosa que no me quedo muy clara, lo único seguro fue que la próxima
cita seria en el mismo boliche, para partir desde ahí, hacia el viaducto de la calle Suarez.
Me despidió con un abrazo, hasta el sábado próximo, sobre las once de la noche.
En los días siguientes me sentí bastante incomodo con ese asunto de la mediumnidad, palabra mía por supuesto, y pense si el Surpa no estaría dado vuelta por la grapa y yo no fui capaz de percibirlo.
Sin embargo volví ese sábado.
Fui puntual, me esperaba de pie al lado de la mesa de costumbre; pago terminándose el vaso de un trago, y dijo alegrarse de verme y que apuráramos el paso un poco por las dudas; esta noche tenia una sensación que a su decir, le alivianaba las piernas.
Por el trayecto hacia Australia se mantuvo en silencio, cuando divisamos la mole del viaducto, dijo imprevistamente...
- creo que queda alguien con su apellido; su hermano soltero murió hace poco.
Como para si mismo mascullaba en voz baja.
- que destino extraño el suyo, el que había trepado paredones grises inalcanzables para cualquiera, y corrido sobre los techos, riéndose de todo una vez mas, se había ido del barrio dejando un recuerdo legendario, volvía a veces con su hijo, un pibito triste, los fines de mes, nunca se sabia cuando.
Unos años después llegaron noticias de un trágico final en el loquero, decían.
Ya en voz alta escupió.
- yo nunca las creí!
Ya estabamos frente al viaducto, casi debajo del borde que chorreaba agua con un gorgoteo desagradable.
El Surpa saco una petaca de chapa, sorbió corto y me la paso
- para esperar no hay como la ginebra.
Tome un trago, realmente lo necesitaba.
Nos quedamos fumando un rato, el Surpa de tanto en tanto miraba para arriba medio de reojo. Me aprecio como si rezara en otro idioma, levante la cara y entonces lo vi, su camisa blanca arremangado sobre los codos refulgía en la medianoche.
Con las piernas a caballo, sobre los negros hierros roblonados, hizo un gesto de complacencia, saludo al Surpa con la mano libre, deslizo una pierna y como un gato salto del viaducto al adoquinado húmedo.
-salute- dijo sonriente –que haces Surpa.
- traje un pibe periodista que quería verte...
- no es un periodista gil; es mi hijo, te la vendió cruzada!
El Surpa saco la petaca y bebió largamente, ocultando la cara,
- pero escúchame Gallego...
el ya no lo escuchaba; mas que acercarse, salto sobre mi, sus manos heladas me sobresaltaron. Me acaricio largamente reconociendo mis rasgos, luego apretó mis brazos y suavemente
dijo, - sos un hombre, te recuerdo la última vez, llorabas apenas, tiraste dos terrones, casi de espaldas dijiste chau campeón y te fuiste entre la garúa y las tumbas.
Yo temblaba de frío, creo, y no podía abrazarlo, estaba paralizado, el mientras tanto retrocedió de espaldas hasta donde el Surpa estaba parado, puso un brazo sobre sus hombros y desde ahí me miraba sonriendo, con los ojos entornados y brillantes.
Me acerque lentamente, las manos en los bolsillos de la campera de jean, a dos o tres pasos me detuve...
- tengo tanto que preguntarte.
- por eso estoy acá.
Soltó suavemente al Surpa, como no queriendo lastimarlo.
Sin moverme de mi lugar musite
- no sabes lo que me cuesta la vida por no entender la tuya, tus comienzos mas que el final de horror; todo el tiempo te sentiste asi, o solo te sorprendió un golpe malparado; por que perdiste el ultimo round?
Porque de chico la escuela de curas, como cura y no resulto; porque la rebeldía y el collar de peleas infinitas e invictas, porque los desafíos, porque las heridas siempre cerca y el amor, todo tan dislocado y violento y sutil y noble. Y otras peleas hasta llegar a esa, habían comido y bebido más, no pudiste rehusarte, te estaban desafiando, pesaba tu fama y el coraje.
Los primeros escarceos mano a mano te favorecieron y de pronto la furia asesina de los tres, la botella se quebró en manos de uno y salto precisa y plateada la daga en otras manos. La danza fue violenta y rápida, uno de los cuatro quedo mirando el cielo sin verlo.
Lo llevaste a la sala, donde te obligaste, en ese hospital cualquiera, a vivir la horrible agonía de quedar vivo, cuando termino la agonía del otro. Entonces las noches fueron de horror.
Entonces fue cuando olí en mi casa la entrada agazapada de la
Locura; la silla alta vacía, la negativa de empezar otra vez.
Por que dejaste que creciera sin saberlo, porque me dejaste solo. A veces en la penumbra del borda tres AM., y te encontraba despierto, la ilusión duraba poco, decías, no te preocupes petiso, estoy bien.
Simultáneamente con mi silencio bajo la mirada, hizo uno o dos pasos hacia mí, y el resplandor ígneo del faro de la locomotora del rápido constitución la Plata, también me hizo presentir algo.
El traqueteo se acercaba tronando velozmente, el silbato fortísimo y triste, mi viejo movía los labios, pero el bramido sobre el viaducto era aterrador, insoportable, temblaron los durmientes y las negras barandas del puente, los gruesos y viejos muros,
a pie firme aguantaron la embestida feroz, vibrando.
Me tape los oídos apretándolos hasta el dolor, el tren no terminaba nuca de pasar,
mire hacia arriba hasta ver el furgón de cola que se alejaba.
El Surpa intentaba sonreír con un rictus de culpa,
- disculpa a veces desaparece con algún tren... no pense que justo esta noche...
Tratando de no mirarlo me senté en el cordón, las piernas no me hubieran sostenido. Volví a mirar el viaducto silencioso y oscuro,
pense que solo había pasado un tren, pero el sabor amargo en la boca me lo desmentía.
Y recordé esa imagen, el bajando los ojos y pateando una piedrita imaginaria; me dio tanta pena como la mía, y la vos restallando en mi cabeza, chau Surpa, no vemos la próxima vez, a lo mejor suspenden el rápido y me puedo quedar con mi tigre.

2 comentarios:

Palla dijo...

¨...no sabes lo que me cuesta la vida por no entender la tuya...¨

Uno vive tratando de entender ciertas cosas, y a la larga, se le paso lo mejor llevando al divan la locura de los otros....

Excelente relato.
Saludos

algonomade dijo...

Gracias Platonius por el tiempo y la atencion de tus ojos... Un abrazo.