13.3.08

Segunda Entrega.

Sal negra.

Salir y entrar
del constante
de las dudas abrigando
la mentira,
de la razón desnuda
de voracidades
donde los relojes
clavan sus agujas
en los tiempos de las manos
en los conventillos
de la risa
donde solo ha vivido
la pena y la desgracia
lavando sus patios
con baldazos de sangre,
con los dientes apretados
cepillando todo requejo
que pueda vencer los azares
que han hecho
tan duros los pisos
donde camina la soledad
que usa mis huesos
como escarbadientes,
cada vez que come
una porción de la realidad
que ensucia estos patios
de tierra fértil y perro vencido.

Nota:
Asustando cartas y viejos amores,
creciendo en los laberintos fobicos
de no saber como volver,
y cuando fue que hemos llegado a esto.



Baño de imaginario.

Escaleras lacerantes, pasos arriba,
sonidos raudos, espera, esfuerzo.
Piedras amarillas en el pecho.

La ventana esta con demasiadas ausencias,
los reflejos son muy duros, muy vidrios.
Una puerta muy tensa, incomoda, abierta,
afuera van a pegarme y no tengo frío!

Vacilar en olvidos azules,
contraatacar el vaso!

Apretar la mesa hasta rajar los reflejos,
devolver tensamente la tarjeta, sin frío, (perdón!)
llenar la ventana de absurdas figuras, mirarla.
Cerrar una puerta de movimiento muy cansado, muy tibio:

Acusarse de absortedades, para quedarse sentado,
tragarse la sombra de un respiro, y saber de soledad.

Escupir una piedra amarilla hacia la ventana,
oír la lujuria en estallido, la suavidad de su corte.
Adentro también van a pegarme y no tengo frío!

Reconocer la agudez de la calle aun somnolienta,
abrazar la ausencia hasta dejarla amarilla, como piedra;

Ahogar todas las escaleras, todos las pasos,
todos los sonidos,
e imaginar silencios.

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